Desde pequeños hemos visto crecer bonitas flores como las margaritas, que encierran el secreto de si seremos o no correspondidos en el amor; los girasoles, que miran al sol cuando aún son jóvenes; o las gerberas, que reciben su nombre en honor al naturalista alemán Traugott Gerber. Pero estábamos equivocados, ya que estas plantas en realidad no constituyen una sola flor, sino un conjunto de flores llamado inflorescencia.
Las margaritas y gerberas, que se extienden desde los secos desiertos, pasando por los espesos pantanos y salvajes selvas, hasta los picos montañosos, tienen minúsculas y funcionales florecillas completas, con sus estambres, carpelos y pétalos. Estas florecillas se encuentran perfectamente colocadas unas junto a otras en el centro de las planta y a simple vista nos hacen creer que sólo son el polen. Además, las flores laterales que cierran este círculo de inflorescencia tienen un largo pétalo llamado lígula, que deshojamos en cada prueba de amor que hacemos con las margaritas.
En el caso de los girasoles, de estas florecillas salen las pipas, que tanto nos gustan comer delante del televisor o en el parque un día de primavera. Pero estas no son las únicas inflorescencias que podemos encontrar entre las plantas que nos rodean.
Orquídeas, flores divinas
Las orquídeas, con su simetría perfecta, crecen formando una espiral en torno al tallo, que acoge entre dos o tres flores, formando así la inflorescencia. Según la leyenda, la figura femenina de una diosa caminaba entre los castaños de la costa de Java. Al anochecer, antes de desvanecerse, dejó enredado en las ramas de los castaños su manto, lleno de esencia divina. Con el rocío de la noche, se transformó en un hermoso conjunto de delicadas orquídeas entrelazadas entre sí, marcando el paso de la misteriosa diosa.
En la actualidad, podemos disfrutar de esta inflorescencia a lo largo y ancho del mundo, porque hay más de 20.000 especies que habitan desde el gélido Círculo polar ártico, pasando por el palpitante archipiélago de la Tierra del Fuego, hasta el sur de la desértica Austrália. Además, una de las peculiaridades de este conjunto de flores es que florecen una sola vez al año, un hecho que a partir de 1731 se convirtió en motivo de celebración entre las clases sociales más adineradas.
Anthurium, la exótica flor del amor
Las inflorescencias no sólo destacan por la peculiaridad de formar un conjunto de flores, sino por la belleza y exotismo que encierran sus formas y colores. La flor del Anthurium posee en su espiga central diminutas y sensibles flores, de las que parte desde su base una enorme hoja de brillante y de vivo color. Además, esta exótica flor podemos encontrarla distribuida a lo largo de México, Hawai, Costa Rica o la zona sureña de EE.UU.
La forma y el color de su hoja simulan un corazón, por esta razón desde la antigüedad se le ha llamado “flor del amor”. Esta inflorescencia posee características afrodisiacas, que despiertan el deseo sexual, por esta razón se obsequiaba a las jóvenes que buscaban la maternidad, porque a su vez son símbolo de fertilidad.
En la isla de Hawaii, principales productores de Anthurium, se encuentra esta flor estampada en vestidos, formando parte de hermosos ramos de novia o adornando las calles de la isla, así como en el peinado típico de las hawaianas junto a las orquídeas, porque en una isla de tal exotismo y belleza es muy fácil enamorarse.
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